lunes, 18 de octubre de 2010

Es el Currículo Académico Venezolano una Utopía?

Según Tomás Moro, el termino utopía es un sueño imaginario e irrealizable. Desde entonces suele considerarse utópico lo que, además de perfecto y modélico, es imposible de encontrar o construir, en general, podemos definir una utopía como un  estado imaginario que reúne todas las perfecciones y que hace posible una existencia feliz porque en él reinan la paz y la justicia. En las utopías hay un importante componente ideal, surgen de los defectos de la sociedad y se basan en las posibilidades de cambio y transformación que ésta tiene en cada momento.
Basándonos en este concepto el currículo académico venezolano sigue siendo utópico porque desde lo esencial que es la educación para el ser humano todavía no se ha logrado corregir estructuralmente y en paralelo los diferentes desequilibrios y  desigualdades en lo que es el currículo escrito como norma que establece  cada institución y la verdadera realidad de currículo  que se pone en  práctica entre el profesor o facilitador de aula y los estudiantes,  la escuela por sí sola no podrá mover el enorme piso de la injusticia que la sostiene, por lo que, se trata de rescatarla como el espacio público y privado más importante, sin obviar otros agentes, que habrá de contribuir a la formación de un venezolano más comprometido con su futuro patrio, la demanda de la sociedad del siglo XXI introduce la necesidad de atender nuevas tendencias educativas, dado el acelerado crecimiento de las tecnologías, surge la multiplicidad de modalidades acompañadas de plataformas y herramientas tecnológicas para brindar educación con calidad y equidad orientados a ampliar la formación del docente  para dotar al estudiante de conocimientos y competencias para el uso del aprendizaje abierto y a distancia y así poder alcanzar las oportunidades de reforzar el acceso a la educación de calidad.
De acuerdo con Pérez y Espinoza (ULA,2003) la formación docente, debe enfocarse desde 5 aspectos: Formación ética, Formación pedagógica, Formación científica, Formación humanística y Formación tecnológica. Según los fundamentos de los programas nacionales de Formación, se espera del docente actuar como agente transformador del sistema educativo universitario, es decir que el profesor-facilitador aborde con propiedad nuevos paradigmas, apuntando a la visión de educación con calidad, en este marco de transformación  educativa, debe tomarse como norte el desarrollo integral del hombre dentro de una línea bidireccional (participante-profesor) donde los dos actores utilicen diversas fuentes de información, impulsen acciones de investigación y comprendan los principios de desarrollo integral que les permita convertirse en miembros activos de la comunidad. En la formación del profesor debe incluirse las actividades de investigación como parte fundamental en su quehacer y de acuerdo al nuevo perfil, materializado en conocimiento  profundo, habilidades, destrezas para manejar nuevas tecnologías. En este sentido se considera la formación docente desde una perspectiva integral que, entre otros aspectos involucra la adquisición de competencias tecnológicas consideradas como una necesidad de uso y aplicabilidad en pro del enriquecimiento educativo y su comprobada influencia positiva de la práctica docente hacia una mayor autonomía del estudiante.
En este sentido  la perspectiva de una democracia de todos y para todos, la educación requerida se asume como un derecho humano y un deber social de toda persona, sin discriminación de ningún tipo, haciendo particular énfasis en los sectores históricamente más vulnerables, en un mundo globalizado por el neoliberalismo en el que el mercado impone con brutal violencia su verdad única, la propuesta bolivariana venezolana emerge como una esperanza nacional de redención de un país que fue quebrado en sus raíces valorativas, culturas sociales, políticas, es decir, en su esencialidad democrática. Allí está la dialéctica ficción-realidad. En la perspectiva de una democracia para todos y de todos, la educación de calidad se asume como un derecho humano y un deber social de toda persona, sin discriminación de ningún tipo, haciendo particular énfasis en los sectores más vulnerables que han sido ignorados históricamente; de allí la pertinencia de la equidad como principio ético político.
La escuela venezolana, por tanto, para que sea efectivamente de calidad tiene que tener como propósito fundamental el desarrollo integral de los sujetos-aprendientes, de su mente, de sus manos para el trabajo, de su cuerpo para la salud física y mental, de su espíritu para el trabajo, de su espíritu para la creatividad, la inventiva y, por supuesto, ser dotados del mayor dominio de instrumentos posibles para lograr la soberanía cognitiva y el fortalecimiento del nicho afectivo-valorativo donde encuentran sentido los aprendizajes académicos y los saberes populares y comunitarios.
La transformación de la escuela venezolana, y su rescate como el espacio público más importante que debe ser salvado para que se produzcan verdaderos encuentros de saberes y de convocatorios comunitarios, pasa necesariamente por disponer de un educador responsablemente preparado, que tenga conciencia crítica y formación profesoral para la tarea imponente de formar ciudadanos integrales que se apeguen a la construcción de una República inclusiva. De allí la importancia de formar un nuevo docente comprometido políticamente con el proyecto de nación.
El currículo inclusivo que da sustrato a la formación integral del sujeto-aprendiente pasa entonces, porque en su concepción, organización de saberes y prácticas pedagógicas, este presente su carácter pluriétnico y multicultural de país andino, caribeño y amazónico; que considera su condición de país estratégicamente ubicado en la cuenca del mar Caribe y entre dos subcontinentes americanos, poseedor de las reservas de hidrocarburos probadas más grandes del mundo, lo cual lo hace privilegiado económicamente pero vulnerable en la geopolítica imperial del neoliberalismo. Este currículo se hace elástico, flexible y pertinente si sus contenidos a lo largo del continuo humano del venezolano responden a su carácter abierto, flexible, integral y contextualizado con la realidad local, regional, nacional, latinoamericana fundamental y mundial, en la que su política exterior está definida por su carácter multipolar y apegado al derecho internacional.
Un currículo inclusivo así planteado deja de ser teórico, declarativo y retórico para convertirse en instrumento de inclusión de saberes transformadores al servicio del hombre y la república, rompiéndose la tendencia fragmentaria del conocimiento disciplinar pues, ahora, se hace contextualizado, transversalizado y compatible con el proyecto de sociedad y hombre definido en nuestra Carta Magna.
El currículum, cualquiera sea su nivel o modalidad, se ha venido definiendo, en tanto que da cabida y encuentro con todos los saberes, tanto académicos como populares y comunitarios codificables en una educación del continuo humano.

Para culminar es importante resaltar a los ¡Profesores y profesoras, que nuestra responsabilidad es inmensa en este sentido!  En caso de existir dudas al respecto, es fundamental  reflexionar en torno a algunas palabras expresadas por el gran humanista, don Mariano Picón-Salas:

"Lo que se presenta como mera información, como ajeno y externo al hombre mismo, como puro adorno y dato muerto para el espíritu, es lo que tiene menos validez en un proceso educativo".

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